El destino de los personajes libertadores parece estar
signado por extraños acontecimientos, siempre objeto de estudio para los
historiadores, por cuanto estos intentan desentramar los hitos referenciales que
han influido en los desenlaces, no solo del hecho sobre los que aparecen, sino
del momento en el que se desarrolla y del cómo cumplen ciclos o etapas.
Apenas hace unos días Ignacio Ramonet titulaba una
obra dedicada al Comandante Chávez “Mi
primera vida”, que de una forma u otra simboliza a razón de su desaparición
física el significado de lo que queda por recorrer en tiempos futuros en su
nombre.
Una aproximación conceptual inicial nos lleva a una
apreciación del material genético de la sangre que corría por las venas de Hugo
Chávez y que adopta como suya, pero que no es más que la continuidad de un
proceso que no sólo tiene doscientos años, sino que trasciende medio milenio de
las luchas de emancipación de nuestros pueblos. Este tipo de episodios de la
historia aunque da una sensación mágico-religiosa, lo que hay detrás de ella es
una alta densidad de contenido histórico, que va más allá del concepto de
linaje de las élites.
En un primer término tratar de entender la concepción
libertaria de un ser humano como Chávez, pasa por reconocer su conexión
sentimental con sus ancestros, en especial a Pedro Pérez Pérez, su Bisabuelo un
indio Guariqueño, que luchó al lado de Zamora, quien conduce la Revolución Federal
y rescata los ideales de Bolívar. De
allí las primeras pinceladas que trascienden el devenir de los nuevos tiempos,
pues en ella se desglosan tres momentos revolucionarios, el primero de la lucha
aborigen de Guaicaipuro, el segundo de la lucha por la independencia de Bolívar
y el tercero por la tierra y hombres libres de Zamora contra la oligarquía.
También su Abuelo Pedro Pérez Delgado “Maisanta”,
luchó junto a Cipriano Castro y la Revolución Restauradora, inclusive fue
Coronel durante su mandato, y ante la traición de Gómez, primer Presidente
Pro-Yanqui de Venezuela hace resistencia.
De esto se desprende un cuarto momento de la lucha a favor de nuestros
pueblos, y en todas ellas el linaje libertador de Chávez se hace presente.
Eso permite ir desentramando los hitos puntuales que
no se personalizan en un hombre sino en una lucha política, basta recordar que
la emulación del Juramento del Monte Sacro de Bolívar, realizado por el mismo
Chávez en el Samán de Güere devela
esta conexión histórica cuando en el proclama: “Juro por el Dios de mis padres, Juro por mi Patria, Juro por mi Honor, que
no daré tranquilidad a mi alma, ni descanso a mi brazo, hasta no ver rotas las
cadenas que oprimen a mi pueblo por voluntad de los poderosos. Elección Popular,
tierras y hombres libres, horror a la Oligarquía”. Rescata en él esa gesta libertaria que ha hecho
suya, y en ella toma para sí el mismo compromiso de Bolívar quien lo hiciera
delante de su maestro Simón Rodríguez.
Sin duda, aunque de allí se disponen las Bases para la
ratificación del árbol de las tres raíces, su carácter anti-imperialista y de
justicia social, es necesario trascender la lógica subyacente y recordar que la
lucha que emprendimos con Chávez no sólo corresponde al ciclo Bicentenario
independentista, sino a la resistencia propia que emprendieron nuestros
aborígenes y que de esta sangre emancipadora Chávez tenía mucha.
¡Chávez Vive, La
Lucha Sigue!
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