La mayoría de mis reflexiones constatan de una serie de acontecimientos o contactos que vengo realizando con la sociedad, al tomar un taxi, al montarme en un autobús, al hacer la cola para un almuerzo, al escuchar en un banco, o cualquier otra tertulia que a través de la ciudadanía exprese el sentimiento del pueblo, por ello dedico estas líneas a la concepción capitalista que el mundo ha tomado y que se ve reflejada en las acciones de la sociedad.
No entender que el Capitalismo constituye el factor más influyente en el desastre ecológico, cultural y económico de nuestros pueblos, es no entender que él mismo representa un sinónimo de egoísmo donde los intereses individuales son superiores a los intereses colectivos, pues con él se propicia una selva donde sólo el más apto tiene la opción de sobrevivir.
Las viejas generaciones mantienen y defienden este sistema ilógico e irracional, que ha traído como consecuencia el incremento entre la brecha de ricos y pobres, citando un poco los textos bíblicos, porque no importa ver como nuestro prójimo se sumerge en la desgracia, mientras nosotros estemos bien.
Los grandes imperios y hablo de miles de años, han sentido el poder del Capitalismo en su máxima expresión, sólo que ahora nos encontramos en un punto de inflexión que como dice Gramsci cuando está muriendo y no ha terminado de morir, y al mismo tiempo algo está naciendo y tampoco ha terminado de nacer, pues es allí donde los pueblos están empezando a despertar y están empezando a comprender que el Capitalismo ha sido la desgracia de nuestro mundo, no se puede ser egoísta porque la historia nos terminará juzgando. Las luchas deben ser permanentes, el verdadero revolucionaro, debe buscar la verdad, la igualdad del bienestar colectivo, no se pueden argumentar las frases retrógadas que implican la acumulación de Capital, mientras existen niños y niñas en la calle, personas en situación de pobreza extrema, en una sociedad donde los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres, es cuando las mayorías excluidas deben formarse culturalmente para que ello contribuya en la construcción de un mundo donde la equidad constituya el objetivo final, los pobres deben tomar el poder de la humanidad para que la justicia alcance su máxima expresión.
“Bienaventurados los pobres, porque de ellos será el reino de los cielos”. Jesús de Nazaret
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